viernes, 13 de febrero de 2015

Los disparates de Goya

Dentro del I Congreso Internacional Liberal que tuvo lugar en la Universidad de Cádiz en el mes de mayo del presente 2014, tuvo lugar una conferencia titulada: «Goya. Disparates ¿Serviles y liberales?» a cargo de Juan Carrete Parrondo, Doctor por la Universidad Complutense de Madrid, profesor de la Universidad Nacional de Estudios a Distancia (UNED) e historiador de arte español. 


                   
En la conferencia, se presentaron y analizaron varios de los disparates realizados por Goya, una serie de veintidós grabados que realizó entre los años 1815 y 1823, de las que desconocemos el orden y si la colección está acabada o no. En  ella, Goya nos presenta seres deformes, más parecidos a monstruos que a humanos. El motivo de interés de esta conferencia es que estas obras son de las de más difícil interpretación de las que realizó el pintor aragonés.                  

En primer lugar, el profesor Carrete situó a los asistentes en el contexto en el que Goya creó estas obras: una España de terror con la vuelta de la Inquisición. El profesor explicó que Goya vivía en un estado de terror, no solo por la situación en la que se encuentra el país sino también por su situación personal (con una hija bastarda de Leocadia Zorrilla, su amante), pero explica que al mismo tiempo está esperanzado.              

Pasando al análisis comienza presentando cuatro obras de las que sospecha sean una serie por tener el mismo tamaño, y por tener, aparentemente, un mismo tema: la denuncia la sinrazón. Estaría compuesta por: Disciplinantes, Escena de Inquisición, La casa de locos y Corrida de Toros.               

También nos presenta una serie de estampas publicadas en los dos periódicos existentes en la época: La Gaceta y el Diario de Madrid. De estas se cuentan 218: 80 de tema religioso, 54 que enaltecen a la familia real, 30 sobre la Guerra de la Independencia, 10 sobre tauromaquias y las 44 restantes sobre temas variados.  El profesor Juan Carrete sostiene que los Disparates son una serie con un argumento y un nexo común. La composición de cada grabado se puede dividir en dos grupos: el bien y el mal; a la vez que muestra la situación política de la época. El miedo es el protagonista indiscutible de la mayoría de los grabados y siempre hay una representación de los liberales por un lado y de los serviles por otro, siempre mediante el uso de lo grotesco.              



Se analizaron: disparate femenino, de miedo, ridículo, bobalicón, volante, cruel, desordenado, los ensacados, general, el caballo raptor, pobre, alegre, modo de volar, de carnaval, claro, la exhortaciones, la lealtad, fúnebre, de toritos “disparate de tontos”, de bestia, conocido y  disparate puntual.             

Sobre el título también se nos habla. Fue puesto por el mismo Goya y utilizado con el sentido de disparate como un hecho fuera de propósito y razón, es decir, el contexto en el que él vive.                   
Finalmente, debemos destacar que, quizás, la intención de Goya era mostrar una población hambrienta que sufrirá una segunda represión con el regreso del absolutista Fernando VII, para romper así con las idílicas visiones que el resto de grabadores de la época mostraban.


Comentario del Capítulo XXVI de La Regenta

En esta entrada trataremos de analizar el capítulo XXVI de la obra La Regenta, de Leopoldo Alas “Clarín”, en concreto, el fragmento de «El jueves Santo llegó con una noticia que había de hacer época en los anales de Vetusta, anales que por cierto escribía con gran cachaza un profesor del Instituto, autor también de unos comentarios acerca de la jota Aragonesa.  En casa de Vegallana la tal noticia estalló como una bomba», hasta: «Una hora antes de obscurecer salió la procesión del Entierro de la iglesia de San Isidro».              

La Regenta es una obra que se encuentra entre el Realismo y el Naturalismo, aunque los elementos del primero parecen predominar frente a los del segundo. La Regenta constituye uno de los principales modelos de la novela realista española, sin embargo, dado que Clarín tuvo contacto cercano con la literatura naturalista y la obra de Émile Zola, esta influencia se ve claramente reflejada en su obra.          


          

Nos encontramos con un narrador omnisciente, heterodiegético con voz en 3ª persona. Este tipo de narrador es el prototipo de narrador realista, que persigue una explicación total del mundo. Por otro lado, el contexto es el pueblo de Vetusta durante la Semana Santa, un procedimiento propio, de nuevo, del Realismo: se nos ofrece un espacio y un tiempo determinados que incrementan la sensación de realidad.              

El capítulo se encuentra en la segunda parte de dicha novela, y la acción del fragmento a analizar comienza con la conversación de la Marquesa y unas amigas, conversación en la que vemos reflejada el pensamiento de la sociedad del momento: Ana Ozores se dispone a salir en penitencia vestida de nazarena y descalza en la procesión del Viernes Santo, una noticia que resuena en la toda la ciudad de Vetusta: «La noticia estalló como una bomba». Todos piensan que Ana está loca y la critican: «vestirse de mamarracho y darse en espectáculo», «¿y el traje? ¿cómo es el traje?» «¿dónde ha visto ella a nadie hacer esas diabluras?».              



Clarín representa un trozo de vida de la ciudad vetustense en un tiempo litúrgico, siendo este pasaje muy representativo de la ciudad por ser muy religiosa. Además, para conseguir el efecto de realidad los autores realistas hacen alusiones a realidades conocidas por todos. En este fragmento en concreto, aparece nombrada la ciudad de Zaragoza y también se leen algunas referencias a Rossini, un cantante de ópera italiano conocido en la época, todo ello con el objetivo de dotar de veracidad a la obra.              
En cuanto a los elementos naturalistas, a veces encontramos ambientes degradados donde el autor muestra lo peor del ser humano como es la hipocresía de la ciudad de Vetusta. Más allá, la tesis fundamental del naturalismo que sostiene que el ser humano está condicionado por su herencia biológica y por el medio en el que vive, se asienta enesta obra, donde vemos cómo Ana es presa de su naturaleza y de su situación sin que pueda poner remedio.

Cuentos entre penumbras: Romanticismo

Al hablar de Romanticismo nos referimos a ese movimiento cultural y literario que defiende que la razón no es la explicación a todo, como ocurría en la Ilustración, si no que existe un mundo paralelo al que ésta no puede acceder y en el que es posible la aparición de lo fantástico y sobrenatural. Así podemos verlo en sus escritos, donde el autor es considerado un auténtico genio creador que ayuda a descifrar esa realidad que la razón no puede explicar.  



En este período aparece una literatura muy atrayente para todas las clases sociales. Es aquella en la aparece lo sobrenatural, el espectro, la noche oscura y tenebrosa, cementerios, calaveras, misterios… Una literatura que dista mucho de lo anterior conocido y que creará una realidad llena de supersticiones y miedos olvidados por la sociedad española.  

El cuento toma protagonismo en varias ediciones de periódicos y revistas, ocupándolas casi por completo, puesto que era lo que la sociedad deseaba leer. Es así, como en el tomo IV de la revista Cartas españolas, en 1832, aparece publicado bajo la firma de “El Solitario”, Los tesoros de la Alhambra.  

“Ayer al asomar la noche, recogía el fresco por el puente último que lleva al Abellano, y donde viene también a dar la senda que conduce a las espaldas de la Alhambra. Solitario el sitio, y la hora a propósito, me dejaba ir en alas de mis devaneos, cuando una voz cercana a mí en extremo me sacó de mis ensueños, diciéndome: "¿Eres valiente? Quieres hacer fortuna? Volví los ojos y me encontré á dos pasos con un soldado de mas que alta estatura, con morrión de cresta, con gola y vestes azules, con el rostro no desagradable pero pálido y ceniciento, y con la voz si bien honda y tristísima nada desapacible. Llevaba terciada la espada del hombro, y en la mano apoyaba la pica oscura pero de hierro muy luciente.  

Al darnos de bruces con semejante escritura, nuestra mente hace un recorrido por las obras ya conocidas, y nos sitúa frente a frente con El estudiante de Salamanca. No es complejo adivinar tal obra ente otras tantas, pues la situación del lugar, la noche, la aparición, el ambiente… nos hace situarnos en otro contexto muy parecido pero con distintos personajes: Nuestro querido caballero Don Félix de Montemar ante el espectro de la bella Elvira, que lo llama desde el inframundo para salvarle la eternidad. Si comparamos dichas escenas descubrimos las similitud en los parajes; puertas de hierro, frío, noche, bruma, sonidos inquietantes… más si enfrentamos dichas historias, vemos como la tragedia hace mella en ambas, como la eternidad errante, pesada, se hace presente, es como un peso que ahoga al personaje e incluso al lector, una angustia que no deja respirar rodeado de esos árboles emitiendo sonidos sepulcrales con desconocido emisor.  



En Los tesoros de la Alhambra, el espectro cuenta a Don Carlos, protagonista de la historia, que él tiene como misión guardar los tesoros de los moros por toda la eternidad, pero que cada tres años tiene la oportunidad de salir de su encadenamiento y buscar a alguien que lo sustituya. Don Carlos, asume por completo la historia, cegado por custodiar tales tesoros, pero éste no conseguirá ser el nuevo guardián y la ambición por esa riqueza lo llevará a la más pura enajenación, incluso a la muerte, siendo sus últimas palabras: “¡Los tesoros de la Alhambra!”.    

De nuevo vemos en ambos personajes la osadía, el anhelo de poder, la creencia de ser inmortal y ser capaz de todo, ya que de esta misma manera se paseaba Don Félix de Montemar por las calles de Salamanca, haciendo estragos aquí y allá, creando un poder falso que solo lo conduciría a la muerte y al no descanso eterno

La impronta gótica en El estudiante de Salamanca

La influencia de la literatura gótica, una creación anglosajona, entró en España principalmente por medio de traducciones de textos canónicos ingleses. A pesar de la escasa creación dentro de la literatura española que podría enmarcarse dentro de este género, su influencia en los autores de la época es innegable. Este es el caso del poema El estudiante de Salamanca (1840) escrito por José Espronceda.  



En esta entrada vamos a analizar los elementos góticos que Espronceda incluyó en El estudiante de Salamanca. En El estudiante de Salamanca se aprecia la influencia gótica sobre todo a la hora de crear el escenario en el que se desarrolla la obra.  

La primera parte de El estudiante nos presenta una ciudad como si de una tumba se tratara, rodeada de oscuridad, una atmosfera amenazante y el viento soplando. Además el autor sitúa la acción a medianoche como es habitual en la tradición folclórica, el momento en el que surge lo sobrenatural. De este modo el autor traslada al lector a un mundo de fantasía.  

Era más de media noche, 
antiguas historias cuentan, 
[. . .]. 
Era la hora en que acaso 
temerosas voces suenan 
informes, en que se escuchan 
tácitas pisadas huecas, 
y pavorosas fantasmas 
entre las densas tinieblas 
vagan [. . .].   

Tras esta puesta en escena, aparece Don Félix. Todo hace presagiar lo peor cuando va caminando por la Calle del Ataud. Parece como si la propia ciudad estuviese observándole. Espronceda, conocedor de las convenciones del género, transforma la ciudad de Salamanca en un entorno con su propio Castillo gótico, y es precisamente en este entorno donde las pesadillas de Don Felix ocurren, donde los límites entre la realidad y el mundo fantástico se vuelven difusas:  

Todo en fin a media noche 
reposaba, y tumba era 
de sus dormidos vivientes 
la antigua ciudad  
la famosa Salamanca [. . .].  

La calle del Ataúd es el lugar donde aparece la misteriosa sombra, por tanto es un espacio de transición entre la ciudad de Salamanca, espacio real, al lugar infernal donde se produce la macabra boda, espacio fantástico.   

Y con tranquila audacia se adelanta 
por la calle fatal del Ataúd; 
y ni medrosa aparición le espanta, 
ni le turba la imagen de Jesús.  

El estudiante de Salamanca es un claro ejemplo de cómo escritores españoles hacían uso de elementos góticos para desarrollar sus personajes y la trama. En el caso de Espronceda, hace uso de lo gótico a modo de crítica social y advertencia religiosa contra aquellos que sucumben a los ‘frívolos placeres’. A pesar de los elementos góticos que aparecen, no debemos caer en el error de clasificar dicha obra como tal, pero sí que debe darse la importancia adecuada y reconocer la influencia de dicha literatura en el Romanticismo español.

El arrepentimiento de Don Juan

Muy pocos personajes en el teatro se han convertido en una figura tan atemporal y omnipresente como Don Juan Tenorio. La leyenda del Burlador ha sido reescrito en varias ocasiones por escritores de distintas culturas, comenzando con El burlador de Sevilla de Tirso de Molina en 1630, la primera versión documentada del mito de Don Juan, pasando por la versión de otros escritores extranjeros como Molière o Carlo Goldoni, hasta la versión que esta entrada ocupa, la de José Zorrilla. 



Curiosamente, el contenido de la historia permanece, en gran parte invariable, sin embargo cada versión aporta una visión diferente de la escena final en el que se decide el destino del alma del personaje principal.  
En la obra de Don Juan de José Zorrilla se nos presenta un personaje ajeno a las autoridades, ya sean por parte de la nobleza, la iglesia e incluso su propio padre se muestra incapaz de controlarlo. Un personaje astuto que solo busca su propia satisfacción y que en varias ocasiones a lo largo de la obra es identificado con Satán, un ser maligno traído del infierno etc. Como podemos leer en estas líneas: 

 Yo creo que sea él mismo  
un diablo en carne mortal,  
porque a lo que él, solamente  
se arrojara Satanás.  
Parte 1, Acto IV, Escena I, líneas 31-35  

Pero José Zorrilla hace lo imposible con el personaje de Don Juan, el cual pasa de ser el mismísimo Satanás, a ser un hombre honesto y creyente en busca de la redención. 
El rapto de Doña Inés del convento en este caso no sería simplemente la búsqueda de satisfacción carnal, sino una búsqueda de perdón y redención espiritual a través del amor de Doña Inés.   

No es, doña Inés, Satanás 
quien pone este amor en mí; 
es Dios, que quiere por ti 
ganarme para Él quizás. 
Parte 1, Acto IV, Escena III, líneas 331-334  

En la escena final, cuando se encuentra en el cementerio, Don Juan pide a Dios que tenga piedad de él, pero el Comendador le dice que ya es demasiado tarde para salvarse. En la versión de Tirso de Molina, Don Juan es un pecador que acepta su destino y es enviado al infierno para ser castigado, sin embargo en la versión de Zorrilla Don Juan es un pecador arrepentido salvado por el amor y la intervención divina del espíritu de Doña Inés, que eleva a Don Juan a los cielos mientras dice:   

Clemente Dios, ¡gloria a Ti! 
[…] 
Mas es justo; quede aquí 
al universo notorio, 
que pues me abre el purgatorio 
un punto de penitencia, 
es el Dios de la clemencia    
el Dios de DON JUAN TENORIO. 
Parte 2, Acto III, Escena IV, lineas 208-215  

Hay quien ve en esta reelaboración de Don Juan, una intención moralizante que intenta mostrar una imagen de la religión como el camino a seguir para alcanzar la salvación. Al contrario que la versión de Tirso en la que el personaje es un villano que debe hacer frente a las consecuencias de sus actos, Zorrilla, dentro del movimiento del Romanticismo nos muestra un héroe, un rebelde social, cuyas fechorías lo convierten en alguien superior al resto de la sociedad mezquina en la que vive. A pesar de haber renegado de su fe, en estas últimas líneas, Don Juan reconoce la existencia de Dios y se somete a él, y gracias a la intervención de Doña Inés logra la salvación.

Un guiño a la niñez: Las fábulas

Si dirigimos la mirada hacia nuestra niñez, ¿Quién no se ha impregnado alguna vez de la filosofía de una Fábula de Samaniego y ha obtenido de ella una lección? Sí, aquello conocido como “moraleja”. 

Félix Mª de Samaniego buscó en ellas la función de enseñar a los jóvenes de las escuelas, su intención era hacer ameno el aprendizaje de estos. Como ejemplo, nos centraremos en el poema El pastor y el filósofo.  

En el siglo XVIII, conocido como El Siglo de las Luces o La Ilustración, nos encontramos con la dificultad de encontrar alguna obra literaria que contenga temas de fantasía y superstición, puesto que esta grandiosa etapa construyó sus pilares sobre la razón humana, es decir, todo aquello que fuera perceptible desde el punto de vista de la experiencia, excluyendo así todo lo irreal.  Pero, si profundizamos en las fábulas de Samaniego, podemos visualizar un retazo de fantasía que, posiblemente, en una primera ojeada no percibamos y que mezcla con la razón.  
Haciendo un resumen de la fábula para adentrarnos en su análisis, encontramos que Samaniego nos presenta a un pastor que es muy feliz con su laboriosa vida en el campo y que es muy sabio. Un día, llega un filósofo y le pregunta que de dónde ha obtenido tanta sabiduría, si acaso él se ha empapado de libros y maestros importantes, a lo que el pastor responde:  

«Ni las letras seguí, ni como Ulises 
(Humildemente respondió el anciano),  
Discurrí por incógnitos países. 
Sé que el género humano 
En la escuela del mundo lisonjero  
Se instruye en el doblez y la patraña.  
Con la ciencia que engaña 
¿Quién podrá hacerse sabio verdadero? 
Lo poco que yo sé me lo ha enseñado  
Naturaleza en fáciles lecciones: 
Un odio firme al vicio me ha inspirado,  
Ejemplos de virtud da a mis acciones.  
Aprendí de la abeja lo industrioso, 
Y de la hormiga, que en guardar se afana,  
A pensar en el día de mañana. 
Mi mastín, el hermoso  
Y fiel sin semejante, 
De gratitud y lealtad constante  
Es el mejor modelo, 
Y si acierto a copiarle, me consuelo.  
Si mi nupcial amor lecciones toma,  
Las encuentra en la cándida paloma.  
La gallina a sus pollos abrigando  
Con sus piadosas alas como madre,  
Y las sencillas aves aun volando, 
Me prestan reglas para ser buen padre.  
Sabia naturaleza, mi maestra, 
Lo malo y lo ridículo me muestra  
Para hacérmelo odioso. 
Jamás hablo a las gentes 
Con aire grave, tono jactancioso,  
Pues saben los prudentes 
Que, lejos de ser sabio el que así hable,  
Será un búho solemne, despreciable.  
Un hablar moderado, 
Un silencio oportuno 
En mis conversaciones he guardado.  
El hablador molesto e importuno  
Es digno de desprecio. 
Quien escuche a la urraca será un necio.  
A los que usan la fuerza y el engaño  
Para el ajeno daño, 
Y usurpan a los otros su derecho,  
Los debe aborrecer un noble pecho.  
Únanse con los lobos en la caza,  
Con milanos y halcones, 
Con la maldita serpentina raza,  
Caterva de carnívoros ladrones. 
Mas ¡qué dije! 
Los hombres tan malvados  
Ni aún merecen tener esos aliados. 
No hay dañino animal tan peligroso  
Como el usurpador y el envidioso.  
Por último, en el libro interminable  
De la naturaleza yo medito; 
En todo lo creado es admirable:  
Del ente más sencillo y pequeñito  
Una contemplación profunda alcanza  
Los más preciosos frutos de enseñanza.»  

Samaniego da personalidad de hombre a los animales. Esto podría venir de una tradición de origen hindú, en la que se cree en la reencarnación y en la metempsícosis, es decir, los hindúes creían ver el alma y el espíritu humano de los hombres ya fallecidos en los animales, por eso, estos son capaces de recibir estos caracteres. Por otra parte, Samaniego crece en un ambiente muy natural, lo que le conlleva a escribir sobre los animales más familiarizados con él y a la defensa de todos ellos bajo cualquier concepto.  Lo fantástico en este caso podríamos encontrarlo en que Samaniego tiene la particularidad de hacer que cada animal nos muestre una enseñanza, lo personifique y que el ojo humano ya no lo visualice como un simple animal sin adjetivo, sino que nuestra mente nos hace convertirlo en un instructor para la vida. También hace referencia a Ulises, un guiño a la mitología y al mundo clásico que en otras de sus obras es muy constante, haciendo referencia en repetidas ocasiones.  
A la hora de mezclarlo con la razón, vemos la aparición del filósofo, personaje que tanto se presta a la reflexión y a la sentencia, y que termina así el poema, cuadrándolo con la sociedad racional de la época:  

«Tu virtud acredita, buen anciano 
  (El Filósofo exclama), 
Tu ciencia verdadera y justa fama.  
Vierte el género humano 
En sus libros y escuelas sus errores;  
En preceptos mejores 
Nos da naturaleza su doctrina.  
Así quien sus verdades examina  
Con la meditación y la experiencia,  
Llegará a conocer virtud y ciencia.»  

Vemos que sus formas son sencillas, puesto que, como el mismo autor explicaba “Si en algo he empleado casi nimiamente mi atención, ha sido en hacer versos fáciles hasta acomodarlos, según mi entender, a la comprensión de los muchachos. Que alguna vez parezca mi estilo, no solo humilde, sino aun bajo, malo es; mas ¿no sería muchísimo peor que, haciéndolo incomprensible a los niños, ocupasen estos su memoria con inútiles coplas?”  

Respecto a la métrica, Samaniego decía: “En cuanto al metro no guardo uniformidad: no es esencial a la fábula, como no lo es al epigrama y a la lira, que admiten infinita variedad de metros. En los apólogos hay tanta inconexión de uno a otro como en las liras y epigramas. Con la variedad de metros he procurado huir de aquel monotonismo que adormeces los sentidos y se opone a la varia armonía que tanto deleita el ánimo y aviva la atención.” Y añadía: “Verdad es que se hallará en mis versos gran copia de endecasílabos pareados con la alternativa de pies quebrados o de siete sílabas; pero me he acomodado a preferir su frecuente uso al de otros metros, por la ventaja que no tienen los de estancia más largas”.  

Pienso que los poemas de este autor son muy valiosos ya que proporcionan un cabalgamiento entre lo irreal y la experiencia, las dos vertientes características de la época, enfrentadas entre sí que logran ir de la mano en estos versos. Son innumerables las veces que, tanto tiempo después, a día de hoy, son leídas estas fábulas en las escuelas y lanzado con ellas el mensaje que Félix Mª deseaba, aunque, si profundizamos en su vida, descubriremos que fue un trabajo que él hizo de forma obligatoria, no por placer. Vemos en ellas una magia distinta, la de la inmortalidad de las letras frente al paso del tiempo, algo que para cualquier autor, escapa a la razón cuando comienza su obra pero que, sin embargo, lo anhela con toda su alma.