viernes, 13 de febrero de 2015

El arrepentimiento de Don Juan

Muy pocos personajes en el teatro se han convertido en una figura tan atemporal y omnipresente como Don Juan Tenorio. La leyenda del Burlador ha sido reescrito en varias ocasiones por escritores de distintas culturas, comenzando con El burlador de Sevilla de Tirso de Molina en 1630, la primera versión documentada del mito de Don Juan, pasando por la versión de otros escritores extranjeros como Molière o Carlo Goldoni, hasta la versión que esta entrada ocupa, la de José Zorrilla. 



Curiosamente, el contenido de la historia permanece, en gran parte invariable, sin embargo cada versión aporta una visión diferente de la escena final en el que se decide el destino del alma del personaje principal.  
En la obra de Don Juan de José Zorrilla se nos presenta un personaje ajeno a las autoridades, ya sean por parte de la nobleza, la iglesia e incluso su propio padre se muestra incapaz de controlarlo. Un personaje astuto que solo busca su propia satisfacción y que en varias ocasiones a lo largo de la obra es identificado con Satán, un ser maligno traído del infierno etc. Como podemos leer en estas líneas: 

 Yo creo que sea él mismo  
un diablo en carne mortal,  
porque a lo que él, solamente  
se arrojara Satanás.  
Parte 1, Acto IV, Escena I, líneas 31-35  

Pero José Zorrilla hace lo imposible con el personaje de Don Juan, el cual pasa de ser el mismísimo Satanás, a ser un hombre honesto y creyente en busca de la redención. 
El rapto de Doña Inés del convento en este caso no sería simplemente la búsqueda de satisfacción carnal, sino una búsqueda de perdón y redención espiritual a través del amor de Doña Inés.   

No es, doña Inés, Satanás 
quien pone este amor en mí; 
es Dios, que quiere por ti 
ganarme para Él quizás. 
Parte 1, Acto IV, Escena III, líneas 331-334  

En la escena final, cuando se encuentra en el cementerio, Don Juan pide a Dios que tenga piedad de él, pero el Comendador le dice que ya es demasiado tarde para salvarse. En la versión de Tirso de Molina, Don Juan es un pecador que acepta su destino y es enviado al infierno para ser castigado, sin embargo en la versión de Zorrilla Don Juan es un pecador arrepentido salvado por el amor y la intervención divina del espíritu de Doña Inés, que eleva a Don Juan a los cielos mientras dice:   

Clemente Dios, ¡gloria a Ti! 
[…] 
Mas es justo; quede aquí 
al universo notorio, 
que pues me abre el purgatorio 
un punto de penitencia, 
es el Dios de la clemencia    
el Dios de DON JUAN TENORIO. 
Parte 2, Acto III, Escena IV, lineas 208-215  

Hay quien ve en esta reelaboración de Don Juan, una intención moralizante que intenta mostrar una imagen de la religión como el camino a seguir para alcanzar la salvación. Al contrario que la versión de Tirso en la que el personaje es un villano que debe hacer frente a las consecuencias de sus actos, Zorrilla, dentro del movimiento del Romanticismo nos muestra un héroe, un rebelde social, cuyas fechorías lo convierten en alguien superior al resto de la sociedad mezquina en la que vive. A pesar de haber renegado de su fe, en estas últimas líneas, Don Juan reconoce la existencia de Dios y se somete a él, y gracias a la intervención de Doña Inés logra la salvación.

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