Muy pocos personajes en el teatro se han
convertido en una figura tan atemporal y omnipresente como Don Juan Tenorio. La
leyenda del Burlador ha sido reescrito en varias ocasiones por escritores de
distintas culturas, comenzando con El burlador de Sevilla de Tirso de Molina en
1630, la primera versión documentada del mito de Don Juan, pasando por la
versión de otros escritores extranjeros como Molière o Carlo Goldoni, hasta la
versión que esta entrada ocupa, la de José Zorrilla.
Curiosamente, el contenido
de la historia permanece, en gran parte invariable, sin embargo cada versión
aporta una visión diferente de la escena final en el que se decide el destino
del alma del personaje principal.
En la
obra de Don Juan de José Zorrilla se nos presenta un personaje ajeno a las
autoridades, ya sean por parte de la nobleza, la iglesia e incluso su propio
padre se muestra incapaz de controlarlo. Un personaje astuto que solo busca su
propia satisfacción y que en varias ocasiones a lo largo de la obra es
identificado con Satán, un ser maligno traído del infierno etc. Como podemos
leer en estas líneas:
Yo creo que sea él
mismo
un diablo en carne mortal,
porque a lo que él, solamente
se arrojara Satanás.
Parte 1, Acto IV, Escena I, líneas 31-35
Pero José Zorrilla hace lo imposible con el
personaje de Don Juan, el cual pasa de ser el mismísimo Satanás, a ser un
hombre honesto y creyente en busca de la redención.
El rapto de Doña Inés del
convento en este caso no sería simplemente la búsqueda de satisfacción carnal,
sino una búsqueda de perdón y redención espiritual a través del amor de Doña
Inés.
No es, doña Inés, Satanás
quien
pone este amor en mí;
es Dios, que quiere por ti
ganarme para Él quizás.
Parte
1, Acto IV, Escena III, líneas 331-334
En la escena final, cuando se encuentra en el cementerio, Don Juan pide
a Dios que tenga piedad de él, pero el Comendador le dice que ya es demasiado
tarde para salvarse. En la versión de Tirso de Molina, Don Juan es un pecador
que acepta su destino y es enviado al infierno para ser castigado, sin embargo
en la versión de Zorrilla Don Juan es un pecador arrepentido salvado por el
amor y la intervención divina del espíritu de Doña Inés, que eleva a Don Juan a
los cielos mientras dice:
Clemente
Dios, ¡gloria a Ti!
[…]
Mas es justo; quede aquí
al universo notorio,
que pues
me abre el purgatorio
un punto de penitencia,
es el Dios de la clemencia
el Dios de DON JUAN TENORIO.
Parte 2, Acto
III, Escena IV, lineas 208-215
Hay quien
ve en esta reelaboración de Don Juan, una intención moralizante que intenta
mostrar una imagen de la religión como el camino a seguir para alcanzar la
salvación. Al contrario que la versión de Tirso en la que el personaje es un
villano que debe hacer frente a las consecuencias de sus actos, Zorrilla,
dentro del movimiento del Romanticismo nos muestra un héroe, un rebelde social,
cuyas fechorías lo convierten en alguien superior al resto de la sociedad
mezquina en la que vive. A pesar de haber renegado de su fe, en estas últimas
líneas, Don Juan reconoce la existencia de Dios y se somete a él, y gracias a
la intervención de Doña Inés logra la salvación.
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